. Gestión Universitaria

Note article

 

Acceso a la educación superior

 

 

Dr. Francisco José García Moro

Universidad de Huelva – España-

 

 

Dr. Javier Augusto Nicoletti

Universidad Nacional de La Matanza – Argentina-

 

 

Dr. Diego Gómez Baya

Universidad de Huelva – España-

 

Resumen

La educación superior es un derecho fundamental de los individuos y de las sociedades que persiguen empoderar a las personas; siendo, al mismo tiempo, facilitador de una sociedad inclusiva, sostenible y ontológicamente solidaria con la bondad del individuo en la sociedad. Los autores, en el presente ensayo, haciendo un estudio comparativo del acceso y la participación en la educación superior en el contexto global, observan que efectivamente hay un aumento cuantitativo que, sin embargo, debe ir acompañado de acciones cualitativas que permitan un desarrollo competente de la persona en la sociedad actual, una sociedad que exige respuestas aplicadas a los grandes retos que plantean los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

 



Palabras Clave: Educación superior; participación; sostenibilidad; Objetivos de Desarrollo Sostenible

 

Access to higher education

 

Abstract

Higher education is a fundamental right of individuals and societies that seeks to empower people; being, at the same time, a facilitator of an inclusive, sustainable and ontologically supportive society with the goodness of the individual in society. The authors, in this essay, making a comparative study of access and participation in higher education in the global context, observe that there is indeed a quantitative increase that, however, must be accompanied by qualitative actions that allow a competent development of the person in today's society, a society that demands applied responses to the great challenges posed by the Sustainable Development Goals.



Key-words: Higher education; participation; sustainability; Sustainable Development Goals

 

Introducción

La complejidad del presente conlleva la responsabilidad de llevar adelante procesos formativos del nivel superior de estudios que respondan a las expectativas y necesidades que tiene las personas en su vida en sociedad, que colaboren con soluciones concretas para afrontar las diversas situaciones que presenta la realidad, en un escenario capaz de integrar la responsabilidad, el conocimiento científico con el desarrollo sostenible.

Desde una perspectiva comparada, el aumento de la matrícula formal en los distintos ámbitos educativos, ha ido incrementándose sostenidamente en las distintas regiones y sus respectivos países, siendo una evidencia que la enseñanza se constituye cada vez más como un valor de consideración para el progreso por parte de la mayoría de las personas y sistemas educativos. Al mismo tiempo, esta situación que viene experimentándose de un tiempo a esta parte, no exime la presencia de desarrollo que son desiguales en campos como lo social, lo económico e incluso en lo que se refiere a lo digital, tal como lo puso en evidencia la reciente pandemia del COVID-19 (U.I.L./UNESCO, 2020).

Hoy más que nunca es necesaria la formación de las personas en temas de sostenibilidad (Wals, 2015), y la participación activa en su propio proceso de realización personal en la sociedad, no sólo como elemento informativo que enriquece nuestro conocimiento en favor de una erudición mal entendida y equivocada, sino como mecanismo para transformar nuestras acciones para asegurar el bien de nuestra especie. La educación para la vida sostenible busca informar y capacitar a los ciudadanos para actuar; sensibilizando y concienciando a través del aprendizaje de competencias críticas que lleven a las personas a realizar acciones responsables, tanto a nivel individual como comunitario.

En este sentido, educar para la comprensión que lleva a la acción de la diversidad cultural y la responsabilidad tolerante hacia ella; educar para la supervivencia de la especie humana, garantizando su bienestar, así como la protección del ecosistema en el que vive y se desarrolla; formar en los valores, deberes y derechos humanos y sociales que deben ser asumidos para garantizar el bienestar personal, social y ambiental; son prioridades a las que la educación no puede renunciar.

La Resolución adoptada por la Asamblea General el 25 de septiembre de 2015, Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible (A/RES/70/1, 2015), destacó los Objetivos de Desarrollo Sostenible y sus metas de alcance global y aplicación universal, destacando que tienen un carácter integral, considerando diferentes realidades, capacidades y niveles de desarrollo en los distintos ámbitos que atraviesan la humanidad, entre ellos, el ODS 4 referido a la propia educación.

Participar en la educación superior da sentido real a sus propósitos en la medida en que el conocimiento, los avances científicos y sus consecuencias positivas sean accesibles bajo un marco de ética y calidad formativa que cumpla con los requisitos de validez y fundamentación en sus diferentes ámbitos de intervención. En este contexto, implica el acto de involucrarse en el proceso educativo, aprendiendo, conociendo y favoreciendo el desarrollo del conocimiento y promoviendo la concienciación y la toma de decisiones para la sostenibilidad.

La posibilidad de participar en la educación y de adquirir nuevos y mayores conocimientos permite conocer mejor la realidad humana, su historia, sus retos y sus proyecciones, incidiendo en la forma de vivir, en el cuidado individual, social y ambiental, colaborando, en definitiva, en un mundo más sostenible e innovador.

La participación, en un sentido fuerte del término, es la posibilidad real y concreta de intervenir en la organización de la que se es miembro, lo que implica un nivel de igualdad relativa entre los demás miembros, siendo al mismo tiempo un rasgo característico de la democracia (Gallino, 2001). En este sentido, participar en la educación coloca a todos los miembros de la comunidad con la misma posibilidad de ser parte de los beneficios de la educación, de sus avances y nuevos descubrimientos. Siguiendo el pensamiento de Morin (1999, p. 13), se requerirá una reforma paradigmática, no programática– “paradigmatic, not programmatic” - del pensamiento.

Por lo tanto, promover la participación en la educación de los miembros de cualquier comunidad no se limita a un grupo de edad específico de las personas, ni a un momento concreto de la vida, sino que debe garantizarse para todas las personas y de forma permanente, tanto en los diferentes niveles educativos como en la educación de adultos, es decir, es una educación para la vida. Al mismo tiempo, necesita una integración con el nuevo entorno social que viven los estudiantes, como el uso de los medios digitales, consolidando, por ejemplo, la aplicación de metodologías participativas en la Web 2.0 (Rodrigo Cano, Aguaded Gómez y García Moro, 2019); sin olvidar, como dice Morin (1999, p.2), que la condición humana debe ser un tema esencial de toda educación.

Así, la educación superior es un derecho, por lo que debe tener un alcance universal; siendo determinante por los beneficios que aporta al desarrollo de las personas, la sociedad y la formación de una cultura basada en el respeto a la ciudadanía, el diálogo, la democracia, el desarrollo sostenible y la equidad efectiva en la que todos puedan tener las mismas posibilidades.

Sin embargo, según la UNESCO (2019a, p.8), la realidad muestra que los jóvenes siguen excluidos de las oportunidades de aprender las habilidades y competencias necesarias. Por lo tanto, es valioso explorar la participación de las personas en el proceso educativo en el nivel superior y, a partir de allí, enfocarse en la búsqueda permanente de la calidad, lo que se traduce en diversas propuestas que coordinan estrategias y alternativas de implementación que responden a los desafíos que presentan los escenarios contemporáneos, caracterizados por la transformación, la incertidumbre y el cambio constante.

Participar en la educación superior

La educación superior es una dinámica con sentido provechoso e integral, en la medida en que logra una conexión concreta con el contexto en el que se desarrolla. El derecho universal a poder participar en una educación de calidad colabora para que el conocimiento y la información científica puedan ser aplicados con sentido, logrando resultados que satisfagan las demandas de la sociedad.

El estudio titulado La educación transforma vidas. Empoderar a las personas y garantizar la inclusión y la igualdad (UNESCO, 2019a:4), explicó cómo la educación transforma el modo de vida de las personas, además de ser clave para el desarrollo sostenible; afirmando también que para lograr el Objetivo de Desarrollo Sostenible 4 para 2030, los gobiernos y las autoridades pertinentes, “(…) deben fomentar la participación de las partes interesadas en todas las etapas, desde la planificación hasta el seguimiento de los progresos”. Esto implica que los actores de la sociedad civil, los actores del sector privado y los profesores también deben participar y ser consultados en el proceso educativo en sus etapas de desarrollo, implementación, evaluación y seguimiento.

La educación superior, como proceso de aprendizaje, tiene repercusiones individuales y colectivas, promoviendo beneficios como: cohesión e integración social; capital social: confianza interpersonal e institucional, conexiones sociales; participación en actividades sociales, cívicas y políticas; tolerancia a la diversidad y relaciones sociales más pacíficas y cohesionadas; comunidades del aprendizaje: economías éticas, conciencia ecológica y sostenibilidad medioambiental (UNESCO/U.I.L., 2017:118). La educación es una oportunidad para desarrollar una mayor capacidad de resiliencia y adaptación, así como una mayor comprensión de la complejidad emergente y los cambios permanentes.

Por ello, a partir del reconocimiento de las contribuciones del aprendizaje a la presencia de una ciudadanía activa, participar en la educación superior abre un abanico de posibilidades para la adquisición de medios relacionados con el conocimiento, y con ello una mayor responsabilidad y autodeterminación en la búsqueda de soluciones a diversos problemas, superando diversas limitaciones, y la libertad individual, colaborando así en una cultura de aprendizaje permanente (U.I.L./UNESCO, 2020).

En este sentido, el ámbito de participación de la educación superior es diverso, ya que implica una formación científica disciplinar en la que interactúan los propios actores educativos (estudiantes, docentes e investigadores, directivos, personal administrativo, egresados) con el marco sociocultural del entorno y sus necesidades, formando ambientes educativos específicos y únicos que actúan localmente con conocimiento de lo global.

La educación superior tiene un impacto sustancial en la vida de las personas y sus entornos. Es necesario buscar y asegurar la interrelación entre los diferentes actores e instituciones sociales, siendo la escuela y la comunidad dos de las más importantes, aunque aún queda mucho camino por recorrer, sobre todo en lo que se refiere a la formación de quienes tienen la tarea de educar a las generaciones que han de dirigir el futuro próximo (UNESCO/U.I.L.,2017). El profesorado, en las diferentes etapas educativas (Vilches y Gil, 2012), debe contar con las herramientas necesarias que le permitan intermediar en el proceso por el que los alumnos han de cuestionar la realidad desde principios que no vayan en contra del bienestar común -personal y sociocomunitario- y de la supervivencia del medio ambiente, desarrollando la competencia para promover el desarrollo sostenible, la defensa de los derechos humanos, la diversidad y la igualdad de género, la defensa y promoción de la cultura de la paz, la aceptación de la diversidad cultural como elemento idiosincrásico de la humanidad que enriquece, y la cultura del bienestar sostenible (UNESCO, 2014; A/RES/70/1, 2015).

Por lo tanto, profundizar en la noción de participación (Ferrater Mora, 1994), implica reconocer una confluencia de diferentes dimensiones valiosas de entender: noción de grupo, distribución y grado de participación:

En primer lugar, participar en los estudios superiores implica reconocer, en términos de una noción de grupo en el que interactúan diferentes subjetividades en un marco institucional, el valor de la inclusión y con ello el papel preponderante de la vinculación entre las normativas, las agendas educativas y las instituciones de educación superior, con miras a brindar a los participantes las mismas oportunidades de pertenencia, fortaleciendo propuestas formativas:

• que sean inclusivas,

• que sean responsables,

• que sean motivadoras,

•que promuevan la iniciativa, la innovación y la investigación permanente,

•que presenten flexibilidad en sus modalidades de intervención.

En cuanto a la noción de distribución, implica el reconocimiento de la educación superior:

• Pertinente en el diseño de sus propuestas, promoviendo el conocimiento adecuado para dar respuestas a los individuos y al entorno,

• Con capacidad para desarrollar sus funciones sustantivas de docencia, investigación y oferta de servicios a la comunidad que promuevan la autonomía, la responsabilidad y la capacidad de tomar conciencia y asumir decisiones para la sustentabilidad.

• Dinámica en sus factores organizativos, infraestructurales, administrativos, académicos y científicos.permanente,

La Universidad debe investigar continuamente el diseño y la aplicación de las propuestas educativas para que estén abiertas a la sociedad y sean cada vez de mayor calidad.

Finalmente, respecto a la idea del grado de participación, implica reconocer una educación superior que:

• Identifique los obstáculos que pueden interferir en la participación,

• Fortalezca tanto la participación como la finalización de los estudios,

• Valore las recomendaciones vinculadas al aseguramiento de una educación superior de calidad,

• Reconozca efectivamente a quienes participan en el proceso de educación superior.

La actualidad presenta una diversidad de aspectos relacionados con la educación, que exigen una atención permanente para lograr un desarrollo sostenible. Por ejemplo, a nivel mundial, en 2019, los adultos que no saben leer se estiman en 750 millones de personas (U.I.S., 2019), siendo la distribución de esta realidad muy variable por regiones. Al mismo tiempo, en el caso de los refugiados, se observan las enormes dificultades que tienen para acceder, por ejemplo, a la educación superior, ya que estadísticas recientes reflejan que sólo el 1% lo consigue (U.I.S., 2009).

Por otro lado, las estimaciones mundiales muestran que más de cinco millones de estudiantes, lo que representa alrededor del 2,3%, estaban estudiando en el extranjero, presentando disparidades diferenciadas en cuanto a los niveles de movilidad según los países (U.I.S., 2019). Este escenario de internacionalización supera ampliamente las estimaciones de 2007 (UNESCO, 2019b), donde el número de estudiantes provenientes del extranjero era de alrededor de 2.800.470; y las de 2004, estimadas en 2.455.250 estudiantes (U.I.S. 2006).

Será entonces, que, en un escenario global con tantos aspectos por atender, la educación superior de calidad se convierte en un aspecto esencial que impactará en el desarrollo de las diferentes esferas por las que atraviesan las personas y la sociedad, como la propia alfabetización, la alfabetización digital, el bienestar, la salud física y emocional, el trabajo digno, la comunicación plural y la tolerancia, entre otros.

Promover la participación en la educación superior

De un tiempo al presente, la preocupación relacionada con la participación en la educación superior se ha consolidado como un desafío en la agenda de la calidad educativa a nivel global, como así también a nivel de las diferentes regiones y los distintos países (UNESCO, 2021; WCHE 2009/UNESCO, 2010; A/RES/70/1, 2015) y junto con ello, se fundamenta conocer su evolución constante en el tiempo (Nicoletti, 2020, 2014). Por ello, considerando detalladamente la evolución en cuanto a matrícula de estudiantes en el nivel superior de estudios, se observa que ha ido en aumento de una manera progresiva con el transcurso de los años.

Al momento de abordar la situación a un nivel mundial y su manera de evolucionar en los últimos años, se observa que, en el año 1970, se estimaba en 33.000.000 de estudiantes en el nivel superior de estudios, aumentando significativamente durante el fin del siglo pasado y principios del actual, alcanzando una estimación de 131.999.000 de estudiantes matriculados al año 2004. Para el año 2010, la estimación de matriculados llega a los 177.684.000 de estudiantes, y a los 219 millones de estudiantes matriculados al año 2018 (UNESCO, 2020; U.I.S., 2012; U.I.S., 2009; U.I.S., 2006).

Tomando como referencia la situación actual de todos los niveles, el reciente documento Global education monitoring report, 2020: Inclusion and education: all means all (UNESCO, 2020), se puede apreciar que a nivel mundial la matrícula estimada de estudiantes de los distintos niveles educativos, en el año 2018, es la siguiente:

• Educación Preescolar: 169 millones de estudiantes matriculados,

• Educación primaria: 726 millones de estudiantes matriculados,

• Educación secundaria: 569 millones de estudiantes matriculados,

• Educación superior: 219 millones de estudiantes matriculados.

Específicamente, en cuanto a la matrícula estimada de alumnos de este nivel de estudio, en las siguientes regiones se observa que la cantidad de estudiantes varía considerablemente (UNESCO, 2020): la región de África Subsahariana, cuenta con cerca de 6.000.000 de estudiantes; la región de África Septentrional y Asia Occidental, tiene 18.000.000 de estudiantes; la región de América Latina y el Caribe, alcanza los 25.000.000 de estudiantes; la región de Asia Central y Meridional, cerca de 46.000.000 de estudiantes; la región de Europa y América del Norte, alrededor de 50.000.000 de estudiantes; y Asia Oriental y Sudoriental tiene una matrícula de 72.000.000 de estudiantes.

Al observar la situación de la tasa bruta de matriculación en la enseñanza terciaria en el mundo se observa que al año 2018 (UNESCO, 2020), la misma alcanza el 38%. Al precisar la realidad de las distintas regiones del planeta, se aprecia que, la región con la menor tasa corresponde a la de África Subsahariana, donde alcanza el 9%; por su parte la región de Asia Central y Meridional, tiene una tasa de 26%; en Asia Oriental y Sudoriental, sube a un 45%, y seguidamente, la región de África Septentrional y Asia Occidental, alcanza un 46%. Para el caso de la región de América Latina y el Caribe, la tasa bruta de matriculación llega al 52%, incrementándose en la región de Oceanía, que alcanza el 73%; siendo que la región con la mayor tasa al año 2018 es la correspondiente a Europa y América del Norte, la cual alcanza un 77% (UNESCO, 2020).

Al momento de precisar su distribución a nivel mundial, según el ciclo de estudios, el relevamiento al año 2018 estima lo siguiente (UNESCO, 2020:239):

• 19% de estudiantes matriculados en programas de ciclos cortos -short-cycle programmes - / CINE 5

• 68% de estudiantes matriculados en programas de licenciatura -bachelor’s degree programmes - / CINE 6

• 11% de estudiantes matriculados en maestría -master’s- (CINE 7)

• 1% de estudiantes matriculados en doctorado -doctorate -(CINE 8)

En consecuencia, analizando comparativamente, se observa que, en líneas generales, los datos relevados en los últimos años presentan una tendencia de evolución tanto en matrícula como en tasa bruta de matriculación.

Al margen de ello, también hay variación y diferencias significativas entre las distintas regiones, y, en consecuencia, entre los distintos países, afectando a la igualdad y que una enorme cantidad de personas en la posibilidad de participar de los estudios del nivel superior. De hecho, la Declaración de la III Conferencia Regional de Educación Superior del año 2018 (CRES, 2018), manifestó que millones de personas continúan en exclusión, siendo la desigualdad regional y mundial muy pronunciada, hasta el extremo de no tener acceso a la educación superior en muchas comunidades..

Bajo este panorama, promover la participación en educación superior, implica la consolidación de diversas propuestas que coordinen estrategias y alternativas de implementación que puedan responder a los desafíos que presentan los escenarios contemporáneos, caracterizados por la transformación, la incertidumbre y el cambio constante.

En este sentido, entre los programas del nivel superior deberán hacer frente al reto de potenciar acciones destinadas a:

• Potenciar propuestas académicas colaborativas en sintonía con la complejidad de la realidad que atraviesan los estudiantes del actual contexto integrando formación con transformación social.

• Incentivar una educación que complemente formación con investigación, promoviendo el valor la resiliencia y la superación de los obstáculos por parte de los estudiantes.

• Incentivar propuestas del nivel superior asignadas con una flexibilidad que complemente la formación tradicional del nivel superior con competencias digitales, y de esta forma ampliar los ámbitos de intervención de los futuros graduados.

• Fomentar el pensamiento crítico y la búsqueda de alternativas sostenibles para el desarrollo individual y colectivo.

• Incentivar la expansión formativa por medio de la interdisciplinariedad y el trabajo solidario para la búsqueda de calidad e innovación científica.

Conclusiones

La educación es una necesidad humana que ofrece innumerables beneficios para los individuos y la vida en sociedad, promoviendo el conocimiento como factor de transformación social y con ello facilitar la toma de conciencia colectiva respecto de decisiones que impactan en la sostenibilidad. Por ello, es fundamental que los miembros de la comunidad puedan acceder a participar de los procesos educativos, en sus distintos niveles y a lo largo de toda la vida.

El conocimiento es un valor fundamental para decidir vivir en un contexto de cuidado individual, social y ambiental, donde el desarrollo sostenible sea una realidad para las personas y el entorno. En este sentido, participar de los beneficios de la educación es un aspecto determinante en la evolución personal y social. La educación superior, es un nivel estratégico no solamente para las personas que se benefician de ella, sino para la sociedad que busca innovar y crecer con armonía y responsabilidad.

De allí que, en relación a la educación superior, es evidente la evolución constante que viene produciéndose en la matrícula de estudiantes inscriptos. Sin embargo, esto aún es insuficiente, en cuanto a que esta evolución no es homogénea a nivel global, siendo que no todas las regiones lo experimentan de igual forma.

Pensar la participación en los estudios del nivel superior trae como consecuencia comprender a la educación como un proceso inclusivo en permanente búsqueda mejorar su calidad, lo que implica que sea motivadora, que promueva la iniciativa, la innovación y la investigación permanente, que presente flexibilidad en sus modalidades de intervención y que oriente sus prácticas hacia una sociedad sostenible y tolerante. En consecuencia, son valiosas las estrategias que se orienten en este sentido, como la aplicación de programas para la inclusión, al mismo tiempo que para la búsqueda de la innovación científica.

De esta forma, la educación se fortalece como significativa para las personas que participan de dicho proceso, y eso, necesariamente requiere del involucramiento de la comunidad en su conjunto. Para ello, en la permanente búsqueda por mejorar la calidad educativa, continuar consolidando la posibilidad de que distintos actores sociales puedan formar parte de ella, continúa siendo un desafío por superar en la sociedad del siglo XXI.

Referencias

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