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Review article |
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Las Universidades como Alma Mater para la sociedad del Siglo XXI
Luis Miguel Romero Fernández
Ex Presidente Organización Universitaria Interamericana. Embajador Permanente Universidad Técnica Particular de Loja Resumen En el presente artículo, se considera a la universidad, en el presente siglo, como el Alma Mater de la sociedad. Para ello se destacan tres disparadores como son: la gestión del conocimiento a través de recursos educativos abiertos, el desarrollo de la capacidad científica orientada al desarrollo socioeconómico y hacer que la ética sea un tema central de la vida universitaria.
Universities as societies Alma Mater for the XXI Century Abstract In this paper, we consider the University in this century, as the societies Alma Mater . Three triggers are highlighted, such as: the management of knowledge through open educational resources, the development of scientific capacity oriented to socialeconomic development and making ethics a central issue of university life.
El Mayo del 68 de París, centro y símbolo de la revolución juvenil de los años sesenta, fue encrucijada de la modernidad, crisis ideológica, descubrimiento de un nuevo rol para la juventud occidental, posicionamiento universitario y muchas cosas más, y cuya interpretación adquiere formas muy diversas. Lo que nos interesa destacar aquí es la componente de sueño colectivo que, con razón o sin ella, tuvieron aquellos momentos para las universidades, de utopía en la construcción de un mundo diferente, de activa negación de unos supuestos antivalores… Frente a ello, la universidad actual, no obstante su gran desarrollo en calidad en muchos países, parece carecer de esa dimensión utópica, de rechazo hacia un estado de cosas negativo en nuestra sociedad global, y de compromiso con la construcción de un mundo mejor. Me propongo en este artículo considerar a las universidades como “Alma Mater” para la sociedad del siglo XXI y, para ello, comenzar con tres acciones concretas, cuya vivencia colectiva podría disparar un efecto global de gran envergadura: Gestión del Conocimiento y Recursos Educativos Abiertos
En el mundo debemos tener entre veinte y treinta mil universidades - dependiendo de cómo se las considere - y entre las cuales podemos encontrar tipos, volúmenes y niveles de desarrollo muy diferentes. Las especies que componen esta rica “biodiversidad” tienen muy diversos ámbitos de relación entre ellas y con el medio social – local, nacional, continental, global -, y se relacionan de formas enormemente diversas: educativas, científicas, tecnológicas, culturales, económicas, políticas, religiosas, ideológicas, etc. Tomadas en su realidad sistémica global las universidades son, por su complejidad, nivel, centralidad, amplitud e intensidad de sus acciones y relaciones, al menos uno de sus actores más importantes del mundo en que vivimos. Hay otros actores de influencia decisiva: decisiones políticas de los países más desarrollados, grandes empresas globales, determinadas relaciones de mercado, etc.; pero en todas ellas la gran cantidad de variables independientes y la dificultad de coherencia global es tal que parece difícil pensar que puedan ser en el contexto de la complejidad actual ninguno de ellos el actor fundamental que produzca un cambio global que haga frente a las grandes problemáticas a las que nos enfrentamos: pobreza y exclusión, intolerancias políticas y religiosas, economías no sustentables, cambio climático y degradación de los ecosistemas mundiales, etc. En otros tiempos fueron las dimensiones organizadas de las religiones y las ideologías las que abordaron las grandes problemáticas internacionales, pero no es ésta la situación actual. Creemos que el sistema universitario mundial podría ser el actor más decisivo de un cambio social positivo global, en la magnitud y complejidad de las preocupaciones y esperanzas del mundo de hoy. Las universidades hoy son nodos vivos de un mundo de conocimiento interconectado y en evolución, que va de las moléculas a las abstracciones filosóficas, pasando por todos los intermedios. Su ubicuidad, la importancia que el entorno social le concede, la relación abierta con la “intelligentzia” de los diferentes pueblos y culturas, su contribución al desarrollo científico y tecnológico, el potencial impacto en el desarrollo local e internacional, la centralidad del hecho educativo, y hasta el ser centro de debate de ideas, sueños y anhelos, como espacio de búsqueda de la verdad, pasando por las increíbles dimensiones comunicativas actuales…la hace - efectivamente - el actor más decisivo e influyente para un nuevo mundo en el siglo XXI, que tan a voz en grito reclama hoy la sociedad global, sobre todo si consideramos al sistema universitario mundial como un todo, como un gran organismo interconectado. Gestión del Conocimiento y Recursos Educativos Abiertos Una de las tendencias educativas más importantes de la actualidad, junto con la educación a distancia mediada por tecnología, en sus diferentes formatos: On-line, blended-learning, etc., es el uso de los Recursos Educativos Abiertos (OERs), El origen es el movimiento “Open”, que tuvo sus inicios en el “Software Libre”, y que después pasó al uso abierto de los contenidos de Internet. Su desarrollo universitario va de la mano de la experiencia pionera del “Opencourseware” del MIT y el efecto catalizador de la Hewlwtt & Flora Foundation, con la constitución de importantes consorcios mundiales, y con la entrada en escena tanto de la UNESCO como de importantes universidades y asociaciones, como la European Association of Distance Teaching Universities (EADTU), etc. Ciertamente, un elemento fundamental en su desarrollo fue la aparición de licencias tipo “Creative Commons”, que ceden algunos derechos y permiten conservar otros como la autoría, la integridad del contenido, etc., y que se adaptan perfectamente a través del trabajo en la red. La mentalidad 2.0 o de redes sociales y trabajo colaborativo hizo el resto. Con todas las críticas que se quiera, el fenómeno Wikipedia es todo un paradigma en el efecto exponencial de un trabajo colaborativo de dimensiones mundiales y con recursos muy reducidos. Naturalmente hay también una epistemología y aún una actitud ética subyacentes al movimiento “Open”, que es - en mi opinión - la que le está dando al fenómeno unas dimensiones insospechadas hace tan solo algunos años. Por supuesto que en el hecho de compartir gratuitamente contenidos educativos están implícitas como un cambio en el modelo de negocio, que incluye elementos como la visibilidad, la retroalimentación, el alcance enormemente amplio a los destinatarios, etc.; pero eso no le quita valor a la recuperación histórica que los OERs están haciendo de uno de los valores tradicionales de la realidad universitaria, y aún de la realidad cultural y educativa en general. El precio de los libros y otros materiales estaba en sus orígenes más próximo a los costos de producción y distribución, y lo que importaba era la difusión del contenido. Las ganancias excesivas en el mercado del conocimiento por parte de autores y empresas de producción y distribución terminó por cambiar de orientación las pretensiones iniciales de difusión de los contenidos. Y la revolución tecnológica, y en particular Internet, vinieron a complicar las cosas de golpe. Ya los costos de producción y distribución son prácticamente irrelevantes, aparte de la propia creación de los autores, que por lo general están vinculados a ciertas entidades, universidades, etc., que es lo que les cubre los costes de su trabajo. Además, con la ubicuidad y penetración de Internet, el acceso potencial se ha multiplicado exponencialmente, y con ello la vuelta a una centralidad de la “la obra”, como algo a ser expuesto, conocido, compartido, distribuido, lo que ya por otra parte revierte en los autores en forma de ganancias indirectas: prestigio, visibilidad, alcance, posicionamiento…Esto está empezando a ser considerado no sólo por miembros aislados o grupos dentro de las universidades, sino por las mismas políticas institucionales que van incorporando a gran velocidad en todo el mundo la tendencia de OERs. Otros dos fenómenos me están impactando fuertemente en esta tendencia dentro del mundo universitario: las revistas científicas indexadas y de gran calidad y exigencia, pero abiertas, y los e-Books. Muchas revistas científicas están empezando a ocupar posiciones importantes en el Scientific Citation Index, como Public Library of Science y otras. Otras como Nature ponen disposición parte de su material, junto con otros elementos de trabajo colaborativo, en su portal tipo 2.0. Los e-Books es un fenómeno relativamente reciente, sin embargo su avance es exponencial. Ya el año pasado, el volumen de ventas de e-Books en Amazon superó por primera vez a los libros impresos; y aunque todavía con gran resistencias, las editoriales van adaptándose a ese nuevo modelo de negocios. El siguiente paso será una drástica reducción de precios, más adaptados a los costos reales de producción y distribución, y junto a ello el aumento de los e-Books abiertos. Ya hace tiempo la prensa escrita hizo otro tanto. El fenómeno es ya imparable. Cuál es la repercusión que todo este mundo de los OERs podría tener en términos de utopía. En primer lugar la posibilidad de disponer por primera vez en la historia de una auténtica “biblioteca universal” de acceso también universal supondría un increíble salto en las condiciones de equidad. Todo depende de que nos tomemos o no los OERs verdaderamente en serio. El liderazgo de organizaciones internacionales como la UNESCO y otras sería fundamental; también el decidido impulso por parte de redes universitarias diversas; y por supuesto la decidida acción por parte de gobiernos y entidades regionales, como es el caso de la Comisión Europea, que está apoyando fuertemente la iniciativa OERs. Otras acciones son necesarias, sin embargo, para que la amplia disponibilidad de los OERs sea realmente efectiva en términos de equidad, y de aumento de conocimiento de una gran magnitud. En primer lugar el aumento en las posibilidades de acceso a Internet por parte de los países en vías de desarrollo, que ya está en marcha con iniciativas como ALICE y otros tipos de ayuda. Parte de este aumento se debe también a la puesta en marcha de trabajos colaborativos interinstitucionales en el tema de la conectividad y a regulaciones más abiertas en los países en desarrollo. En segundo lugar es imprescindible el desarrollo de una “gestión del conocimiento” verdaderamente universitaria. Si el conocimiento tiene un valor y éste puede hacerse explícito en la organización por medio de las TICs, se obtiene un aumento de ese conocimiento-valor enormemente grande. Esta Era la tesis central de la gestión del conocimiento en el ámbito empresarial. El valor del conocimiento en una universidad es muchísimo mayor, y su explicitación mediante estrategias tipo Web 2.0 redundaría en crecimientos increíbles. Más aún si se trata de redes de universidades, además en relación con la sociedad. Mucho más aún si se trata de “todas las universidades del mundo”, conectadas con la realidad del propio mundo, y con todos los recursos educativos disponibles. Sería así como una hiper-“Wikipedia exponencial. Por supuesto, para que se trate de verdadera gestión del conocimiento debe atenderse a los diversos procesos de interconexión entre el conocimiento y sus usuarios, y esto comporta el desarrollo de estrategias educativas e informáticas “centradas en el uso” y “fuertemente colaborativas”. Es increíble la profusión de “ghetos” relativamente cerrados de los Recursos Educativos Abiertos, usables - de hecho - por determinadas comunidades que los producen. Son como células aisladas, con pocas interconexiones entre las diferentes comunidades y Standard, a pesar de los esfuerzos de la Web semántica y otros elementos de la llamada Web 3.0. Para un definitivo avance se requiere no solo metabuscadores poderosos, también acuerdos internacionales. Unas ciertas dosis de sencillez, como en el abordaje de la ciencia experimental, se hace también imprescindible. Demasiados expertos, demasiadas tendencias nuevas, demasiadas tecnologías superespeciales…poca tecnología de lo obvio, todavía. Desarrollo de la capacidad científica en los países no desarrollados y su efecto en el desarrollo socioeconómico Robert Merton, el padre de la Sociología de la Ciencia, formuló su tesis central sobre el desarrollo científico en los 60, y le puso por título “Efecto Mateo”, haciendo referencia a un texto del Evangelio de San Mateo: “Al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, aún lo que tiene le será quitado”. Eso es exactamente lo que ocurre en los contextos científicos que no llegan a alcanzar un mínimo de maza crítica, capacidad instalada, relaciones, etc. necesarios para disparar – como en la masa crítica de material radiactivo – una reacción en cadena que tenga un efecto exponencial. En Latinoamérica, las universidades con esa capacidad, no más del 3%, están concentradas en tres “clusters”: México D.F., Santiago de Chile, Buenos Aires, y un “cluster” un poco mayor en Brasil, vinculado a las ciudades más importantes. Un 7% aproximadamente son universidades de cierta calidad, con profesorado cualificado en el exterior y cierto impacto en la sociedad, pero en las que la investigación de nivel se realiza en unidades aisladas y no constituye un eje transversal a la universidad en su conjunto, y por lo tanto los proyectos de impacto en la sociedad tampoco. El 90% restante de las universidades son fundamentalmente docentes, una docencia que se va degradando por su desconexión con la investigación y su pertinencia social, que producen titulados no innovadores ni auténticamente críticos, que terminan por reproducir el “statu quo” de la sociedad en la que se desenvuelven como profesionales. Como consecuencia, la mayoría de las universidades no son actores fundamentales del desarrollo de la sociedad a la que se deben, y reproducen ambas el “Mito de Sísifo”, no llegando a alcanzar nunca las condiciones mínimas para producir un efecto sustancial en tan necesario desarrollo. La situación en África no es muy diferente en los esquemas de fondo, pero con un mayor dramatismo en su intensidad. La situación en Asia es en cambio un poco diferente, con ciertos polos hay un gran desarrollo universitario promovido directamente por políticas fuertes y fuertes inversiones en acelerar su incorporación en la sociedad del conocimiento. Pero esta situación dista mucho de ser algo homogéneo reproduciendo, con la complejidad inherente a la realidad asiática, las mismas desigualdades que se dan entre las universidades latinoamericanas, quizás en proporciones globales no muy diferentes, dado el enorme volumen asiático. Ésta es una lacerante realidad que la II Conferencia Mundial de Educación Superior de la UNESCO, celebrada en París en el 2009, pretendió abordar, tras una década – desde la anterior Conferencia Mundial – en la que todas las brechas: económica, política, científica, tecnológica, cultural, etc. se habían profundizado. Había un énfasis especial en los más excluidos, refiriéndose directamente al continente asiático, y un enfoque práctico que nunca se llegó a realizar, pasando sin pena ni gloria como una Conferencia declaratorio y formal, a pesar de los denodados esfuerzos de sus organizadores. Otros actores están tratando ahora de tomar el relevo: la OCDE, con el Programa de Gestión Institucional en Educación Superior (IMHE) , cada vez más abierto a los entornos exteriores a la OCDE; y la Comisión Europea, con el Programa Erasmus Mundos y los Proyectos Alfa. La pretensión global es la inclusión en la sociedad del conocimiento a los países en vías de desarrollo, tanto por las insostenibles condiciones de exclusión que terminan afectacto a todos en un mundo globalizado, como por la necesidad de considerar los problemas globales del mundo en que vivimos, sólo abordables con un conocimiento verdaderamente distribuido en todo el mundo. Sin duda también está presente una esperanzadora conciencia de responsabilidad social global. Con todo, el tema nuclear para el desarrollo de la capacidad científica en los países - y entornos - no desarrollados es la fuga de cerebros. Los esquemas actuales de formación doctoral son de una vía: enviar a los doctorandos a los países desarrollados para culminar allí sus estudios de doctorado, donde terminan desarraigados de sus países de origen y terminan por buscar en el exterior las condiciones las condiciones que les permitan sobre todo continuar con su trayectoria científica, que consideran ya imposibles en sus propios países. El tema es muy complejo y se han ensayado fórmulas diferentes, algunas con fuertes apoyos estatales. Las que han tenido un mayor éxito relativo de repatriación ha sido a costa de fortalecer los entornos más desarrollados en esos países, reproduciendo internamente el “Efecto Mateo”: esos entornos se desarrollan más y más, y los demás cada vez están en peores condiciones. Esas desigualdades internas entre los países no desarrollados producen un fuerte centralismo, con todos los procesos negativos que acarrea. Se requiere, entonces - creemos - un enfoque completamente diferente: el establecimiento masivo de programas de formación doctoral de tiempo compartido, en el que los jóvenes profesores universitarios de los países no desarrollados se formen en programas de doctorado dirigidos por universidades alta calidad en el exterior, pero en los que los tiempos de trabajo en el exterior sean una tercera parte, como máximo y dos terceras partes en las propias universidades de origen, asesorados también in situ por viajes de aquellos profesores. Se requiere además, que este esquema esté complementado por una fuerte política interna de desarrollo de incubadoras de investigación, que los propios profesores y sus asesores ayuden a implementar, para que al final del proceso puedan continuar trabajando en red con sus pares del exterior y en sus propios laboratorios y unidades. En este esquema, además, los costos se reducen drásticamente, al reducirse las estadías en el exterior. Estimamos que los costos globales con estos programas de tiempo compartidos pueden ser de una cuarta parte respecto a los programas tradicionales. Además, si el programa se hace en masa por parte de cada universidad como, se producen interesantes efectos sinérgicos entre los jóvenes-investigadores, que refrescan la enseñanza y permiten sembrar en los estudiantes un espíritu científico diferente. El esquema se completa con una política de investigación aplicada y pertinente a la realidad local, con estructuras diversas de transferencia de tecnología a los entornos locales generación de empresas, mejoras en las condiciones globales de competitividad un necesario optimismo en la relación entre la universidad y su entorno. En la Universidad Técnica Particular de Loja, Ecuador, hemos ensayado este tipo de programas de formación doctoral con notable éxito, y ha formado parte ya de estrategias del programa CAMPUS de la Organización Universitaria Interamericana para la mejora de condiciones de calidad de nuestras universidades en aquello en lo que está más débil, que es en el desarrollo científico, y que se pueda entonces empezar a pensar en la creación de un Espacio Común de Educación Superior Latinoamericano sobre bases reales, que pueda interconectar profundamente con el Europeo, Norteamericano, y en su día con el Asiático y el Africano. Un énfasis también global de transferencia de tecnología a la sociedad mediante redes de innovación completa el efecto de este crecimiento científico en red con su repercusión en el desarrollo socioeconómico. El mencionado esquema tiene una lógica simple y además forzada por las condiciones de viabilidad; sin embargo, este esquema es muy difícil de entender en la práctica, sobre todo por un hecho de lamentable presencia en las universidades desde hace mucho tiempo y que ha sido criticado - sin mucho éxito - por muchos: la resistencia al cambio, la cómoda instalación en el paradigma vigente debido a múltiples intereses. Las políticas de ayuda internacional permanecen también instaladas en unos paradigmas similares. La respuesta, en universidades redes y organismos suele ser la misma: es algo que se considera muy interesante, pero sobre lo cual no se producen acciones positivas, ni siquiera es tema que merezca la pena considerarse. En un Encuentro sobre Doctorados de Tiempo Compartido e Incubadoras de Investigación, celebrado en Loja en junio del 2008, organizado por CAMPUS de la OUI, se dieron cita unas ochenta instituciones entre universidades latinoamericanas, europeas y norteamericanas, y diversas organizaciones internacionales, algunas también de apoyo financiero. El objetivo era el análisis de este tipo de experiencias de formación doctoral de tiempo compartido, y el establecimiento de vínculos para su puesta en marcha en diversas universidades. La consideración unánime altamente positiva contrasta fuertemente con la casi total ausencia de resultados posterior. Hacer que la ética y los valores sean tema central de la vida universitaria Los valores es la expresión usual más frecuente con la que nos referimos hoy al tema del sentido de la vida y de la cosas de la vida; y con la palabra ética solemos expresar nuestro compromiso vital - y lo que vemos a través del comportamiento de los demás - con ese sentido de la vida. Es el tema central de nuestra existencia, lo que ilumina nuestro mundo de relaciones con la naturaleza, con la sociedad, con Dios, o si se prefiere con el ámbito del misterio, de lo trascendente. Es el tema más profundo, y por eso el más difícil. Es en el fondo lo que determina las diferentes dimensiones de nuestra existencia, aunque no se lo considere explícitamente, y a menudo no se lo considera, y sobre todo no se lo considera seriamente. En el mundo universitario, que es apertura a lo universal, que es penetración en la ciencia, en el conocimiento en sus múltiples dimensiones, que es formación con pretensión de hondura e integralidad, el tema de los valores y de la ética es tema completamente marginal. Por supuesto es algo que sale a relucir a propósito de algunas situaciones, que forma parte de discursos y proclamas, que se lo cita a propósito de algunos comportamientos organizacionales, pero no es tema en absoluto relevante, si lo comparamos con otros muchos que sí forman parte nuclear del quehacer universitario, y con frecuencia es - incluso - un tema específicamente rechazado. Si nos preguntamos por la razón de tal estado de cosas generalizado, casi seguro las respuestas irán en el sentido de rechazo a ideologías que han pretendido asumir el patrimonio de los valores y establecer éticas definitivas. Que se hayan dado tales comportamientos que afectan entre otras dimensiones a la vida universitaria, no es razón suficiente para el rechazo implícito generalizado que se observa en la universidad respecto al tema de los valores y de la ética, sazonado a veces con citas varias sobre “su extraordinaria importancia para la vida universitaria y de la sociedad”. Se podría profundizar muchísimo más en las “razones” de su relativa ausencia o no de la consideración universitaria, como se podría profundizar más en las razones de las dificultades de acceso al conocimiento y de la fuga de cerebros y el subdesarrollo, pro lo universitario no es analizar de qué se murió el muerto, sino poner las mejores condiciones para que viva. En este sentido, a la vida universitaria le falta vida, atrapados por el teoricismo cómodo y no compromiso analizamos profundamente las realidades, los diversos acontecimientos, pero no damos paso a un conocimiento vinculante que rompa las distancias que tomamos de nuestros objetivos “teóricos” y nos permita involucrarnos. Vivir es involucrarse, en este sentido la universidad hoy carece - a mi parecer - de vida. Se analiza muy bien la degradación de los ecosistemas, pero no se proponen soluciones en la misma proporción; se analizan muy bien las difíciles condiciones socioeconómicas de muchos contextos, pero no se proponen acciones correctivas en la misma proporción; etc. Y en este mismo sentido, pero más en relación con la misión institucional de la universidad como tal, no se promueven horizontes, y una sociedad sin horizontes es un barco a la deriva. La pregunta aquí es si le compete o no a la universidad proporcionar a la sociedad horizontes, es decir dirección y sentido, portadores de una exigencia ética. Acudamos a su misión. Se dice que la misión de la universidad es - con estas o parecidas palabras - “buscar la verdad y formar al hombre, a través de la ciencia, para que sirva a la sociedad”. Fijemos nuestra atención en esta última dimensión, a menudo olvidada en la consideración universitaria. La universidad tiene que servir a la sociedad, es decir tiene que darle valor desde todo el potencial de su competencia. Pero no darle valor a la sociedad como abstracción teórica, sino como expresión de la vivencia en común - de muy diversas formas - de personas concretas de ”carne y hueso”. Hago referencia simbólica aquí al texto del Génesis cuando Dios pregunta a Caín por su hermano, y su respuesta evasiva, no compromisiva: “acaso soy yo el guardián de mi hermano”; y la aplico a la pregunta de Dios – o de nuestra consciencia – por nuestros hermanos, que forman la sociedad a la que nos debemos. Qué hemos hecho por darle horizontes un grupo de personas que tuvimos la suerte, no sin algo de esfuerzo, de tener una educación especializada, de trabajar en una institución especializada, conectada con el mundo, crisol del conocimiento, depositaria de la tradición de la humanidad más que otras instituciones, que tiene herramientas potentísimas para cambiar muchas cosas, para acometer las más grandes empresas, especialmente si se trabaja en equipo, si se trabaja con buena fe, conectado además con el mundo entero, con eso que consideramos excelencia, con una dimensión que abarca la totalidad de la realidad humana en su consideración, en todas sus dimensiones y relaciones. Qué hemos hecho para dotar hoy a la sociedad del horizonte que necesita, qué hemos hecho para resolver los graves problemas de tanta gente, qué hemos hecho para anticipar peligros, para prevenir situaciones lamentables, para proponer utopías, para crear concordia, para inspirar políticas verdaderamente humanas, para resolver dificultades, para formar nuevas generaciones íntegras y grandiosas, para construir una ciencia con conciencia y sentido de humanidad…porque somos, hoy en día sin duda la institución más dotada para hacerlo, si consideramos a la universidad en su dimensión sistémica global. Podríamos acudir también a la “búsqueda de la verdad”. ¿Es lícito reducirla a lo instrumental, es lícito relegar temas clave, formal o informalmente, como hechos hecho con los valores y la ética?, o deberíamos decir como Antonio Machado: “No es mi verdad ni tu verdad, sino la verdad, y ven conmigo a buscarla…” La universidad considerada en su conjunto, sólo será hoy Alma Mater para la sociedad del siglo XXI si se toma en serio su misión, y desde ella se toma en serio las tres acciones concretas que hemos propuesto: si se toma en serio la disponibilidad universal del conocimiento, si se toma en serio el desarrollo científico en los países en vías de desarrollo y si se toma en serio el colocar en el centro de la consideración universitaria los valores y la ética, es decir el sentido de la vida. A los líderes universitarios, a sus equipos de gobierno, les corresponde más que a otros esta tarea. Gestión universitaria es hoy “gestación universitaria” alumbramiento de una nueva universidad. Artículo publicado en “Construyendo Espacios Comunes de Educación Superior por el Programa Campus de la Organización Universitaria Interamericana y la Universidad Técnica Particular de Loja. – Octubre 2010 Ecuador. Con autorización del autor |
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Vol.:03 |
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Recibido el: 01-11-2010 ; Aprobado el: 19-11-2010 |
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